“No quiero formar parte de este juego que opaca identidades”

 
En la imagen Laurent Leger Adame Fotografía por Lucía Mbomío

En la imagen Laurent Leger Adame Fotografía por Lucía Mbomío

 

Texto por Lucía Mbomío

Laurent Leger Adame es parisino, originario de La Reunión y fotógrafo desde hace alrededor de una década. Dejó el marketing para hacer retratos porque las ventas le daban dinero pero no felicidad. A él le tiraba el arte y no solo desde un plano formal ni contemplativo sino como una herramienta hermosa de transformación. 

Con su proyecto, No Melancolie Magazine, Laurent captura instantes de una generación a la que admira porque reivindica su lugar y no pide permiso para ser o estar. Él y su equipo muestran una España afro diversa que desde los medios generalistas o no se cuenta, o se cuenta poco y mal. Y lo hacen bonito.

¿Qué implica ser reunionés? Administrativamente la gente de la isla de La Reunión es francesa, pero están en el Índico, muy al Sur, cerca de Madagascar… 

La Reunión era una isla volcánica vacía, por la que pasaron primero árabes, luego portugueses y más tarde franceses, que fueron quienes se establecieron ahí. Los doce primeros habitantes eran blancos y entre ellos había varios prisioneros. Más adelante, empezaron a traer a personas esclavizadas de lo que hoy serían Mozambique, Tanzania, Madagascar y Comores para trabajar en la caña de azúcar. Cuando se abolió la esclavitud, el 20 de Diciembre de 1848, trajeron mano de obra de la India y también llegaron varios comerciantes desde ese país, y de China.

Con un 30%, La Reunión es uno de los territorios de la Unión Europea donde más paro hay. Su economía se basa, sobre todo, en el turismo y en la exportación de productos procedentes de la caña de azúcar, la vainilla y otros productos agrícolas, sin embargo importamos casi todo y eso provoca que la mayor parte de lo que se consume ahí sea carísimo. Cuatro yogures, por ejemplo, cuestan el precio de dieciséis. Muchas importaciones provienen de China, Sudáfrica y Australia. Las altas tasas de desempleo y los siglos diciéndonos que no podemos vivir sin la metrópolis, sin “la tierra madre”, nos ha afectado muchísimo en términos psicológicos, de ahí que no haya demasiados movimientos independentistas. 

¿Y en Francia se sabe mucho de tu isla?

Si somos muy buenos en deportes, sí, ja, ja, ja. Como el jugador de balonmano Jackson Richardson, uno de los que más títulos mundiales ha cosechado o Surya Bonaly, una de las primeras patinadoras artísticas negras. Era una auténtica acróbata sobre hielo, pero por ser negra, nunca consiguió ganar el oro en ninguna Olimpiada. 

Es curioso porque si ganamos somos franceses, en cambio, si perdemos, somos franceses de origen senegalés, reunionés, malgache… 

Respondiendo a tu pregunta, en general sí saben cosas de la isla, cuando no nos confunden con las otras islas francesas, Martinica y Guadalupe, situado en el caribe,  pero somos ciudadanxs de segunda categoría, somos francesxs PERO… La Reunión fue francesa antes que Alsacia, por ejemplo, no obstante, al estar lejos y ser negrxs, indixs y/o asiaticxs, no nos ven iguales.  Recuerdo que un tipo alsaciano le preguntó a mi mujer que de dónde era yo, ella respondió que de París y él continuó con el clásico “de París, pero de dónde” , así que mi mujer le explicó que mi origen es reunionés. Su contestación fue “¡ah, vale!”, pero con un “vale” de “no es lo mismo”. La cosa es que él era de Alsacia, territorio que ha sido francés después de La Reunión. 

Fíjate que yo pensaba que en Francia no teníais tanto la pregunta al cubo, el “de dónde eres, pero DE DÓNDE”…

¡Claro que la tenemos, mucho, además! 

Hablemos de la parte artística, llevas alrededor de diez años dedicándote a la foto de manera profesional, ¿por qué tan “tarde”?

Sí, fue al regresar de mi primer viaje a EEUU, después de haber estudiado marketing y comercio, en el que me mezclé con muchxs estudiantes.. Yo tenía 24 años, estaba visitando a una amiga que estaba en Berkeley y me entraron ganas de volver a cursar algo. Como estaba en pleno proceso de búsqueda identitaria, me apunté en el INALCO Instituto Nacional de Arte, Literatura y Cultura Oriental, donde podía aprender cualquier idioma no europeo. Dado que mi bisabuela materna era india, decidí estudiar la India y su idioma oficial el Hindi. Mientras estaba estudiando trabajaba en FNAC, ahí conocí a uno de mis mejores amigos todavía hoy. Él era fotógrafo y me enseñó a hacer fotos y a estudiar el arte alrededor de la imagen. Fue revelador. No obstante, aún no quería animarme a dar el salto y seguí dedicándome a aquello que había estudiado, marketing, hasta que llegué a los 30 y pico y me dije que ya bastaba. Tras una baja de un mes por un esguince en la rodilla, periodo en el que no paré de pensar qué quería hacer con mi vida, me reincorporé al trabajo y dos días después, le anuncié a mi jefe que me iba. Al avisar a mi mujer me dijo “se veía venir”. Me apoyó desde el principio. 

¿Cómo eran tus primeras fotos?

¡Malas! Ja, ja, ja. 

Sí, en serio, malas. Yo me especialicé en el retrato y cuando comencé pensaba que hacer un retrato era colocar a una persona, iluminarla bien y dar al botón. Con el tiempo descubrí que ser un buen retratista es ser un buen director. Como en cualquier película, tienes que ayudar a la persona fotografiada, comunicarte con ella para sacar lo mejor que tiene. Nunca podrás ver a la persona de verdad, sobre todo si estás en un estudio, porque el estudio condiciona, pero lo idóneo es intentar que sea ella misma. 

 
Laurent Leger Adame Fotografiado por Lucía Mbomío en la tienda Floklores (Madrid)

Laurent Leger Adame Fotografiado por Lucía Mbomío en la tienda Floklores (Madrid)

 

O sea que la técnica importa tanto como la psicología a la hora de relacionarte con la persona retratada… 

Exactamente. 

¿No te parece que las nuevas generaciones tienen una mejor relación con las cámaras? Creo que la gente está más acostumbrada a ponerse delante de una cámara porque llevan haciéndolo desde que son bebés, prácticamente. Tú y yo venimos de la era analógica…

La nueva generación nació casi con una cámara en la mano. Es una extensión de su cuerpo. Mi hijo me ve levantar el móvil y ya sonríe y medio posa. Recuerdo que antes mis padres se lo pensaban antes de sacar una foto, no había tantas fotos casuales, o de lo que estás comiendo, siempre con un familiar en una fiesta o delante de un monumento. Y no te cuento cuando íbamos de viaje a la tierra madre, había que posar delante del volcán, del océano, o con la tía o el tío que apenas conoces.

¿Y entonces cuál es tu estilo? 

Te responderé diciéndote que yo tengo tres diosxs de la fotografía. Una es Annie Leibovitz, por los retratos, otro es Peter Lindbergh porque, aunque todo esté estudiado, parece que sus imágenes son fotogramas sacados de una película y el tercero es el maliense Seydou Keita, a quien he descubierto muy tarde porque claro, cuando estudias foto aquí, te suelen enseñar solo referentes blancos. Obvian que hay muchxs más fotógrafxs. 

Keita me encanta porque tiene una forma de retratar que puede parecer sencilla pero que no lo es. Ahora se han puesto de moda las fotos con telas que cuelgan por detrás y que se han popularizado gracias a un fotógrafo afroamericano muy joven llamado Tyler Mitchell, el que hizo la fotografía de Beyonce para la portada de Vogue. Sin embargo, aunque no lo sepa la gente, él tiene la influencia de esos fotógrafos africanos que usaban telas y no tenían en el estudio un montón de luces. Trabajaban con luz natural, una composición tremenda y unas caras potentes. 

Y en cuanto a mí, yo quiero ser el Peter Lindbergh negro. 

¿Qué implica añadirle esa última palabra?

Peter Lindbergh, pese a ser quien dio a conocer a Naomi Campbell, es el fotógrafo de las Top Model de los 90. Tengo su libro y es una pasada, ahora bien, de las 200 y pico fotos que hay, únicamente en unas 50 salen personas negras y muchas veces se trata de la misma modelo. 

Por eso, cuando digo que quiero ser como él pero negro no es solo por mi color, que también, sino porque tengo claro que quiero fotografiar a muchas personas negras, mestizas, cosa que ya se refleja en mi trabajo. Estoy harto de ver las mismas caras en las revistas y en todas partes. La ciudadanía debe entender que Europa no es blanca.

Si es que en algún momento lo fue…

¡Eso es! Soy francés y necesito romper con esa idea que tenemos en Francia de “todxs somos iguales peeeeero basándonos en un modelo blanco”. Ya no quiero hacer eso. No quiero formar parte de este juego que opaca identidades.  

¿Basta con incluir pieles que no sean blancas o la transformación debe ir más allá? ¿Tiene que cambiar también la mirada?

Es una mezcla entre las dos cosas. Creo que es un trabajo más profundo, pasa por la educación, aprender a convivir juntos con nuestras identidades distintas y vernos más representados. Quiero que no solo se vean pieles negras por poner. Pero la representación importa y mucho. Todxs los niñxs afrodescendientes tienen que verse en los medios. Tengo un fondo reivindicativo y político para evidenciar que esta sociedad es la que se ve en mis imágenes y no la que piensan (blanca). Mi especialidad es la imagen, mi manera de transformar la sociedad es a través de ese medio.

Por otro lado, me hace gracia porque últimamente me llaman el fotógrafo de la gente negra y no lo soy, yo retrato a todo el mundo, lo que pasa es que yo sí incorporo a personas negras puesto que creo que es fundamental romper el juego por el que parece que solo existe un tipo de belleza o éxito y una forma de ser españolx o de estar en España.

En ese sentido, supongo que vale más una imagen que mil palabras.

Sin querer hacer de menos el trabajo de lxs escritorxs, es cierto que estamos en un mundo visual y es importante que se vea lo que hay. Ni siquiera me gusta el término visibilizar, me suena a descubrir, prefiero decir “poner el foco” sobre lo que está pero la sociedad prefiere dejar oculto. 

¿Y cómo hacer para cambiar la mirada de la gente que hace fotos, independientemente de la cantidad de melanina, viviendo en Occidente?

Lo que yo he visto siempre de lo que es ser africano o negro era una imagen rural. Echo de menos imágenes de gente que está en oficinas, por ejemplo. No significa que trabajar en una oficina es más válido que en un campo, pero en el subconsciente de la gente es lo que transmite una sociedad exitosa. Después existen las duras realidades de algunos países africanos.

Para mí es importante mostrar imágenes de éxito. Cada persona que yo fotografío tiene una forma de ser y estar que me gusta, “estoy aquí o soy de aquí”. Por otro lado, ¿qué diferencia hay entre estar y ser de aquí si ya llevas aquí mucho tiempo? ¿En qué momento dejas de ser inmigrante?

 
Fotografía Lucía Mbomío

Fotografía Lucía Mbomío

 

¿No crees que a veces nos escoramos hacia la titulitis en la representación? No tenemos por qué ser cirujanas para que nos respeten. 

Tienes razón. Tendemos a ver que los medios o el cine retratan la negritud de forma monolítica y puede que eso sea lo que provoca que, a modo de respuesta, intentemos mostrar aquello que se considera extrapositivo para huir de lo que se ve como extranegativo. Pero sí, debemos darle una vuelta y reflexionar sobre eso. 

Y también está el tema de la reivindicación de una identidad nacional que, por otro lado, no es lo único que nos define y de la que incluso puede que huyamos. 

¡Claro! Siento que el problema es que parece que, de alguna manera, nos obligan a escoger una banda. Aunque exista la doble nacionalidad en Francia, es como si tuviéramos que elegir entre las dos realidades a las que pertenecemos. 

Reconozco que no me gusta hablar de identidad limbo porque me suena a perdidx, sin embargo, sí creo que está bien reivindicar lo que hay entre nuestros dos (o más) lugares de pertenencia o contar que no somos mitad esto y mitad aquello sino que somos Y somos. 

Tienes un proyecto a través del cual estás expresando todo esto que nos estás contando…

Sí, con mi estudio y mis compañerxs estamos montando la revista No Melancolie Magazine y es un proyecto que surgió después de mucha reflexión acerca de la identidad, pero también del cansancio y la frustración. Estaba cansado de que nos muestren una vez al año en portadas o en algún reportaje y que eso les valga para decir que son inclusivos. La realidad es que somos peones a los que usan de vez en cuando y les servimos para que digan que no son racistas. 

El proyecto nació de esto y también de mi paternidad. Cuando eres padre hay muchas cosas que saltan a la vista y que te hacen concienciarte. Yo toda mi vida he tenido que vivir casi con la cabeza baja, siendo discreto, no levantando la voz, no haciéndome notar demasiado y dando las gracias por estar aquí. Estoy harto de hacer siempre lo mismo y no quiero que mi hijo crezca en un mundo así, quiero que cuando abra una revista vea a gente como su abuela, como su abuelo o como su papá. En EEUU tienen Ebony o Essence dedicadas a la cultura afroamericana y yo quiero que No Melancolie se dedique a la cultura afroeuropea. No creas que es fácil, hay gente que te dice que es racismo a la inversa. Me harta explicar el racismo a quienes no lo entienden. Es curioso porque no sorprende que existan revistas LGTBIQ, pero en nuestro caso, si intentamos hacer algo para autopromocionarnos nos llaman racistas. 

¿Eso en cuanto a la imagen y qué hay del contenido?

Estamos en un estado embrionario, aún estamos buscando hacia dónde queremos ir. Actualmente, presentamos desde la imagen a gente afro diversa, que está en muchos ámbitos y que merecen estar bajo los focos. Una compañera ha sugerido que nos centremos más en la parte cultural y contextual y que, por ejemplo, si entrevistamos a una peluquera, podamos hablar también de lo importante que es el pelo afro y de que hubo un momento en la Historia en el que fue granero o mapa para la liberación de personas esclavizadas. No obstante, prefiero no contar todavía mucho más. 

Dices que de momento solo es imagen, pero la realidad es que también hacéis entrevistas…

Sí, hacemos entrevistas individuales y grupales para darle un toque más cercano a la gente. Les preguntamos cuál es su plato favorito, su libro y luego sugerimos varios temas a un grupo de personas para que puedan debatir, sin dirigirles, charlando, aportando sus diferentes puntos de vista. Por mi parte, este tipo de acciones me hacen sentir más espectador que director. 

¿Te emociona tu trabajo? 

Sí, y me emociono en todas y cada una de las sesiones que hago porque, como francés que soy, aún estoy descubriendo este país. Muchas veces pienso ¿cuánto tiempo hemos necesitado en Francia para poder tener una política como Rita Bosaho, por ejemplo? Me da la sensación de que en un lapso temporal menor que el que hemos necesitado las personas negras en mi país, aquí habéis conseguido más cosas. 

Me encantan las sesiones porque observo que esto no cesa de crecer. 

Pienso en el actor Janick, cuando le fotografié, me contó que el director de la película en la que actuó le comentó que quería sugerirle como actor revelación, pero que él dudaba que, habiendo actuado en una comedia, pudiera entrar en la selección final. Al verle tiempo después en las noticias nominado, me hizo tanta ilusión… 

Estamos hablando de imagen y de representación, tú vienes de Francia, ¿te ha sorprendido encontrar a gente afro en el Estado español? ¿Y qué diferencias observas entre la comunidad afro en Francia y aquí?

Reconozco que yo tenía una idea de España como un lugar muy racista porque antes de que yo viniera a vivir aquí, mi hermana fue de viaje de fin de curso a Salamanca en su juventud y regresó a casa llorando debido a que, durante su estancia, le escupieron y le dijeron que se fuera a su país. Por otro lado y basándome en lo que veía en los medios, me imaginaba un lugar muy blanco. Lo cierto es que sigue siéndolo, pero un poquiiito menos.

Cuando conocí a mi mujer, caminando por las calles de su ciudad, Bilbao, hace ya 18 años, me di cuenta de que la gente se giraba al ver una pareja mixta y eso me llamaba muchísimo la atención. También me sorprendía encontrarme a tan pocas personas árabes o negras. Hasta que no fui al Barrio de San Francisco, donde hay una comunidad africana bastante numerosa, casi no me topé con nadie que no fuera blancx. 

España ha cambiado mucho en las casi dos décadas que llevo aquí, ahora se va acercando más a lo que veo en Reino Unido o en Francia, países que, debido a la cantidad de colonias que han tenido en África y Caribe, son mucho más multiculturales. 

En cuanto a las diferencias entre la comunidad afro de aquí y de Francia, me voy a referir a una cómica británica, Gina Yasher, que dijo que en su país son ninjas del racismo dado que son tan “buenxs” que ni siquiera te das cuenta de que te discriminan. El racismo es más sutil, menos frontal que en EE.UU aunque, cada vez más, vivimos también actos “a la cara”. Francia ha tenido y sigue teniendo una extraordinaria capacidad de escondernos a través de los medios, de la tele, de la fotografía y de todo el arte durante muchísimo tiempo. En España sucede un poco lo mismo. O sea que hay poca diferencia, salvo por el hecho de que en Francia no se utiliza el clasismo tal y como se usa aquí para ocultar la realidad. Existe el clasismo y existe el racismo y el racismo y el clasismo pueden ir de la mano, pero no son lo mismo. Sin embargo, sí tengo la sensación de estar viendo que lo que surgió en Francia en cuestión de varias décadas, el crecimiento de los grupos políticos xenófobos y su presencia cada vez más importante en la sociedad, en España está pasando en poco más de una.

Y en cuanto a la propia comunidad afro y su manera de ser y estar, considero que no solo hay más personas negras que antes, sino que ahora, gracias a las RRSS, se las ve, aunque los medios continúen sin mostrarlas. Me da la impresión de que las generaciones actuales no se esconden, no piden perdón ni permiso. No significa que lo tengan fácil tampoco, por supuesto, pero reclaman su lugar.

Mi generación, en cambio, tenía que ser discreta, que estar “agradecida” a Francia por habernos dado una educación. Esa “postración” provocaba que, de tanto en tanto,  explotáramos generando lo que mostraba la televisión de la Banlieue (las periferias, el extrarradio). No cabe duda de que si en España se siguen creando áreas y espacios guetificados, algún día explotará, del mismo modo que pasó en Francia y  en Reino Unido. 

Es triste, pero me siento un poco mejor siendo negro en España que en mi país, aunque haya vivido muchos actos racistas hacia mí aquí. El racismo que vivo en España es más paternalista, del tipo “oh pobre hombre de color, por lo que ha tenido que pasar, pero siempre sonríe”. Si te sales de eso es muy perturbador para ellxs y no les gustas nada. Si subes la voz, a sus ojos pasas a ser violento o poco agradecido con la gente que te “ha aceptado” aquí, fuera de tu país. En Francia, no obstante, además de comentarios y actos cotidianos de racismo se añaden los múltiples controles de policía. Aquí paso al lado de un policía y no me para, pero en Francia, nada más cruzar la frontera, ya me están dando el alto para pedirme la documentación. En París mi ciudad, me controlan igual y a veces más de una vez al día. En cualquier parte de mi propio país me van a controlar. Soy un inmigrante o una potencial amenaza allí. Es una realidad.

Pues aquí las identificaciones por perfil racial están a la orden del día… Quizá y sin pretender ofenderte, te paran menos por tu edad… 

¡Sí, puede ser!

¿De dónde crees que viene el empoderamiento de la gente de ahora, entonces, ese no pedir permiso ni perdón por ser o estar? 

Creo que es porque han contado con referentes más visibles gracias a las RRSS y esas mismas redes les han servido para decir “existo, estoy aquí y no me voy a disculpar, ni esconder”. 

¿Cuál es el perfil tipo para salir en la revista?

Más que un perfil o un trabajo queremos a gente que nos pueda contar algo, su historia, su vida aquí… 

O sea que no tiene fin…

Exacto. Queremos que se narren nuestras historias, y nos da igual que quienes las narren sean personas famosas o no.