Nuestra venganza es ser bonitas

 
Foto de Rodrigo ÁlvarezEstilismo Ale Morales

Foto de Rodrigo Álvarez

Estilismo Ale Morales

 

Por Waquel Drullard

Nací donde llegó Colón. Justo en el territorio donde empezó el genocidio de 1492. Exterminio oculto y reencantado como conquista por la magia colonial de occidente. Hecho contado por lxs blancxs como historia única, como encuentro de culturas y no como explotación de territorios y pueblos completos. Genocidio, masacre,  proyecto moderno de matanzas, extractivismo y esclavitud, inferiorizado al tratarse del asesinato de no humanos, no digno de ser llorado y nunca merecedor de ser remembrado como el Holocausto por considerarse de animales y calibanes incivilizados. 

Yo junto a mi pueblo fui y soy Calibán, colón, ovando, francisco pizarro, hernán cortés y nuñez de balboa, al igual que próspero -en minúsculas- han sido los colonizadores que bajo su razón moderna del pensamiento lineal, con fines de explotación, robo y saqueo, se han autofundado como sujetos humanos civilizados, propagadores del desarrollo,  invalidando formas otras de vida y concibiendo la tierra y el territorio como objeto de depredación y motor del capitalismo, que junto al colonialismo y la modernidad son el arjé del progreso, despropiándonos así de nuestro sentido de ser y existir,  construyéndonos, a partir de la diferencia colonial como seres abyectos, raros, anormales, monstruos, bárbaros y caníbales, diferentes y enfermos, inaptos para tejer nuestros propios caminos y obligados a ser tutelados y reconducidos en la normatividad del mundo. 

Estos últimos, somos nosotras, las monstruas no humanas, o mejor dicho, así fuimos producidas por el poder colonial. El Calibán, personaje principal de la obra para un teatro negro “Una Tempestad” de Aimé Cesaire, no fue un sujeto dado por la naturaleza y dotado de brutalidad, animalidad y fealdad. El Calibán, pensando en Foucault, fue un producto de la historia de la blanquitud y el colonialismo discursivo, como lo es el sujeto negro, indio, mestizo,  racializado y no heterosexual que no existía en las lógicas binomiales de la razón occidental. El Calibán es el animal de la isla porque se le construyó como no blanco, porque no era cristiano, no hablaba y ni se comportaba como Europa, era la tecnología conceptual que posibilitó la construcción superior de la moralidad y la filosofía europea. El Calibán fue definido como monstruo, por existir en los límites de la civilización occidental, era una cosa otra que se fugaba de los poderes coloniales, porque el propio poder irruptor lo reconstruyó como aquello que “nunca será” por ser inferior a la razón de la blanquitud. 

 
Foto por Rodrigo ÁlvarezEstilismo Ale Morales

Foto por Rodrigo Álvarez

Estilismo Ale Morales

 

Matemos a europa mientras recuperamos la lindura 

Yo y muchas de nosotras, quienes somos negras, indias, mestizas, sujetas de procesos dolorosos de racialización y jerarquización de vidas en marcos necropolíticos (pensando en Achille Mbembe) y materia para la administración del sufrimiento, por mucho tiempo hemos sido las herederas del Calibán. Hemos sido las monstruas dotadas de fealdad, expropiadas de la lindura y exiliadas de lo bello. europa y la blanquitud son criminales, no les deseo la cárcel, a nadie le deseo estar en lugares racistas tan descarnados como el encierro,  solo deseo su muerte, porque europa ya no puede cargar con más crímenes, debe morir. 

Debe morir porque colonizó el ser, solo se puede ser cuando se es blanco, heterosexual, capaz – funcional a los juegos mecánicos del capital, ciudadanxs y sujetos de propiedad. Todo lo anterior resume la humanidad. Pero no me quiero detener en esto, les vengo hablar de la belleza, la lindura, la bonitez. Una de las características de la humanidad es la belleza, y la belleza ocidentalocentrada se hizo posible creando la fealdad, señalando las feas, las gordas, las culonas, las bembonas, la bajitas, las indias, las negras, las exóticas, las raras, las no finas, las animales. Cuando la verdad es que europa es verdaderamente fea, sus manos y cuerpo están llenos de sangre, y sus ciudades están cimentadas sobre nuestros huesos y dolores. 

Yo me crié en un país donde si eres “blanquita” en automático te ganabas el título de la bonita de la familia, “qué bonita salió, qué buenmozo, no parece de aquí”…esos son algunas de las frases que reciben quienes no han sido construidos como totalmente negros en el territorio ocupado por el Estado criollo dominicano. 

Occidente construyó patrones globales de belleza, para ser bello hay que cumplir las reglas. La modernidad se define como una norma. Occidente es sinónimo de normatividad y la normatividad siempre es blanca. La belleza es normativa y disciplinaria, así como el sistema sexo-género y toda la sociedad de control en la cual estamos. La belleza es otro elemento de dominación que usa el patrón global de poder, por medio del uso del dispositivo “visión” para jerarquizar subjetividades bajo los estándares estéticos de occidente, depositando valor en los cuerpos que considera llorables, importantes y merecedores de dignidad, dígase, la vida humana, las vidas de la blanquitud. La belleza igual que todo lo demás, se configuró y se dotó de significados en una relación dialéctica con la otredad, con la anormalidad, con la fealdad y lo grotesco. Colocando lo bello en el centro del museo como una cualidad del humano blanco; y lo feo como la contrapartida periférica de lo negro y lo indio, del mestizo y del animal escapado de la virtud de la lindura y el placer. 

Lo bello en occidente, aunque se diga lo contrario, está asociado a la representación, alguien y algo representa lo bello, y no todas estamos ahí (tampoco nos interesa). Esa representación produce  el gusto, el placer y el deseo, y justamente se produce como un trauma de lo que llamo la colonialidad de la belleza. Esa colonialidad administra las subjetividades (humanas y no humanas), construyendo una escena discursiva que contiene estándares, normas de belleza y recrea  campos humano-culturales  que hacen de la blanquitud “lo hermoso” ubicándoles en el centro, en clases de pedestales y galerías epistémicas, donde los medios y las instituciones construyen narrativas de la hermosura para sí mismos, secuestrando la lindura.

 immanuel kant (en minúscula) dice de manera universal (pretencioso para ser el apéndice del planeta tierra) que la belleza humana está atada a un concepto previo que presupone perfección (belleza adherente), nosotras sabemos que esa perfección se desprende de un juicio estético eurocéntrico, organizado por una arqueología saber-poder usa-europeocentrada, como expresa Fucó. También sabemos que no cabemos en la categoría de “perfectas” porque estamos fuera de la arena de lo universalmente bello. Lo bello es estético, y la estética es una categoría del dispositivo arte-cultura que funciona únicamente en lógica occidental. Lo bello es blanco e interesado en el capital, la belleza ha sido un producto de la maquinaria colonial del arte, la cual siempre ha sido racista, y cuando ha salido de la blancura lo ha hecho para exotizar las vidas caníbales para sus portadas industriales. La belleza es un invento de europa, por lo cual, mejor decido ser bonita.

 
Foto por Rodrigo ÁlvarezEstilismo por Ale Morales

Foto por Rodrigo Álvarez

Estilismo por Ale Morales

 

Mi venganza es ser bonita 

Mi objetivo no es hablar de belleza y arte en sus términos, y verme obligada a revisar y mencionar a sus referentes, cuyas ideas a pesar de que digan lo contrario, son particulares con intenciones coloniales. No quiero caer en la tentación de la reterritorialización, yo quiero hablar de algo personal, algo mío sin sentido de propiedad, algo que sale de mi corazón, algo que genera alegrías y felicidades en mi: sobre mi venganza. 

La venganza es una opción, no existe la paz sin venganza, hay que hacer pagar, hacer caer y arrebatar lo robado, porque el perdón ya fue. El perdón es otro dispositivo de control de la modernidad occidental para hacernos arrodillar una y otra vez. Es cristiano, moral  y generador de culpas, ya no me interesa perdonar a nadie, yo quiero vengarme y hacer mi propio camino. La venganza es un proceso colectivo de descolonización, y esta funciona de múltiples formas, estamos en plena disputa por la existencia, una forma de descolonizarnos es siendo bonitas, es construyendo contra-narrativas a nivel epistémico conceptual que nos permitan pensarnos a nosotras las no humanas como bonitas, bestias, amenazas, monstruos, animales pero bonitas, es reapropiarnos del dolor y habitar la herida y el lugar de infrahumanidad en el cual hemos sido producidas. Es disputar y construir nuestra propia verdad, somos villanas. No se trata de querer ser humanas bellas y hermosas, no se trata de querer formar parte del pacto racial del capital y querer una tajada del pastel del patrón, como muchas feministas quieren ser parte de la política y del poder colonial-blanco-masculino. No queremos, al menos yo, no quiero representación ni formar parte de la foto de las humanas. Yo soy el homosexual-maricón-monstruo-travesti que les acecha, me reapropio y habito mi animalidad como una forma de escupir a Colón. La venganza de las bonitas es sabernos bestias y saber que somos bonitas, ser bonitas no es un tema estético, está alejado del imperialismo gay, la cultura LGBTIQ+ y las competencias de RuPaul,  ser bonito es una acción política de supervivencia. Existir en un mundo que nos quiere muertas es ser bonitas. 

Ser bonita no es un tema artístico. Es lo más alejado a eso. Ser bonita es un escupitajo en la cara de lxs amxs de la plantación. Es ser cautivadora cuando se te define como ordinaria, es justamente eso, ser extraordinaria, es ser sol y luna, fuego y aire, colinas y llanuras, es ser tierra. Es reconocer nuestra complicidad anticolonial con el territorio contra la razón extractiva de la globalización. Las bonitas somos las prietas, las negras, las indias, las mestizas, las racializadas, somos las que quisieron nombrar feas, toscas y brutas. Nuestra bonitez no es racional, no tiene métrica, es encarnada. Se nace bonita, no se llega a serlo. Nosotras las bárbaras y calíbanas no llegamos a ser bonitas, porque para llegar a ser, hay que aspirar dentro de la matriz de inteligibilidad humanista, nosotras nacemos bonitas porque nuestra lindura es la herida colonial, son las sombras, lo bestial y lo desbordado de nuestra no condición humana. Es fundacional. No somos una condición, no nos convertimos como en Iglesias,  somos en sí mismas las bonitas de la tierra. 

La venganza de las bonitas es un PLAN DE ACCIÓN, es un constante devenir, es un responder pa´tra, un acto contra la palomería blanqueada, es un ponerse al frente cuando nos dijeron vete al fondo, un dañar comidas familiares frente a los comentarios racistas “si fuera más blanquita fuera más bonita”, “mira ese muchacho tan feo, parece haitiano”, “cásate con uno más claro pa´que arregles la raza”…ser bonita es abrazarnos a nosotras mismas, es vernos y sentipensarnos como sujetos lindos, sexys, eróticos, sensuales, hermosos…la venganza de las bonitas es un movimiento fronterizo que despierta potencias corporales que fueron enterradas por la razón colonial del régimen de la belleza moderna. La venganza de las bonitas exige lo robado y destierra al colonizador, a la dictadura de la blancura quién secuestró la belleza para los sujetos hegemónicos de la matriz global del poder. La venganza de las bonitas es un ASALTO, es una punzada en el corazón del capital que aún late gracias al oro robado y las tierras y territorios explotados. La venganza de las bonitas es un plan cimarrón, es un plan de fuga, es un escapar, es quemar la casa de la ama y del amo, recuperar nuestras joyas, adornarnos y sumergirnos en la tierra. Es robarle el espejo para ver nuestra lindura y cortarles la cabeza mientras recuperamos nuestro oro, es quedarnos con todo. Ser bonita es fugarse de la cárcel del patrón estético y construirse en el ser otro. Es abrazar la otredad, lo adyecto, lo negro, lo indio y lo mestizo...  Ser bonita solo es de gente insoportable, las blancas quieren ser bonitas, pero es que viven encerradas en una ilusión de falsa belleza. 

 
Una lista de las bonitas:

Las marikas somos bonitas,
los pájaros, las mujercitas y los partios desde chiquitos, somos bonitas,
las negras somos bonitas,
las indias somos bonitas,
las mestizas somos bonitas,
las africanas y asiáticas…la lindura es geográfica también, las bonitas no son europeas, no tienen nación,
las travestis somos bonitas,
las trans somos bonitas,
las trabajadoras sexuales son bonitas y las abolicionistas son feas,
las vogueras somos bonitas,
las subalternas despropiadas tercermundistas racializadas somos bonitas
las barriales y periféricas son bonitas,
las que usan el metro, las combis, las guaguas, los motoconchos y conchos son bonitas,
las no blancas son las bonitas, y esa es nuestra mayor venganza, en palabras de la India Canela.

Canta: “nuestra mayor venganza será, seraaaá ser las más bonitas”
— Waquel Drullard
 

Finalmente…

Nosotras las abyectas marikas estamos en una guerra constante. Estamos en guerra. Nuestro cuerpo, vidas y territorios están en disputa contra la heterosexualidad como régimen político,  la colonialidad y la máquina necropolítica administradora de cuerpos y vidas del aparato del Estado. Y nuestra declaratoria de guerra es ser bonitas, nuestra bonitez es parte, eso significa que nuestra lindura está viva en sí misma, somos lo que no se imaginaron que seríamos, movemos sin  abrir la boca, nuestra presencia es una amenaza en sí misma. Somos las bonitas. Vamos a la guerra bien vestidas, nuestra arma, entre muchas otras, es la pose y nuestros pasos son alejamientos  cimarrones que se alejan de la heterosexualidad obligatoria y la matriz de dominación. 

Ser bonita no es ser LGBTIQ+, ni queer, ni ponerse un vestido, ni ser drag queen y todas esas identidades creadas y capturadas en el liberalismo y encerradas en las políticas de la identidad. Ser bonita es una operación violenta y política comprometida con la descolonización. Frank Fanon escribió en los “Condenados de la Tierra” “la descolonización es siempre un fenómeno violento”, ser bonita es un poner, implica obligatoriamente ser antirracista, anticolonial, ir contra el liberalismo de la diversidad sexual y ser profundamente heterodisidente, es ser violentas. Las bonitas no estamos en el Pride de Jerusalén ni en ningún otro. Estamos contra el Estado de Israel. Estamos en las marchas contra-hegemónicas que incomodan y desmovilizan el poder. Ser bonita es ser antipolicial y anticarcelaria. Las bonitas no somos feministas, porque sabemos los alcances del error de mundo que in-vivimos, luchamos contra algo más grande y fusionado, contra la modernidad misma. Ser bonita no son patrones ni estereotipos de género. Ser bonita es una genealogía de resistencia.

Ser bonita es intentar reír, posar, intentar ser feliz. Yo lo quiero ser. Es racista eso de que el odio es la única alternativa que moviliza “la revolución”. Esta venganza no es europea, está sentada en la genealogía negra cimarrona. Fue la búsqueda de la felicidad y la voluntad de romper las cadenas, que movió a nuestras antepasadxs a huir. La imaginación no se nos puede arrebatar, ser bonita es imaginar mundos otros. Que ninguna blanca nos diga cómo debemos de pensar. Nuestra lindura es nuestra principal arma en la guerra en la que nos encontramos, y esa lindura busca venganza y esa venganza es vivir en alegría. Tenemos nuestro propio ritmo como el Calibán, la desobediencia será nuestra opción y nos negamos a bailar con Colón. ¡Nuestra venganza es ser bonita!