Pensar el antirracismo en tiempos de Pandemia


photo6010077261077787148.jpg

Autor: Yeison García


Primero presentó un informe que separaba a las personas contagiadas por el COVID- 19 entre nacionales y extranjeros, no para hacer políticas públicas que reviertan las desigualdades estructurales en las que sobreviven gran parte de las personas migrantes, sino para alimentar su discurso racista, señalando el modo de vida de la población migrante como causante de la subida del número de contagiados. Sólo su mirada racista y clasista naturaliza la pobreza y la exclusión social en la que viven parte de la sociedad madrileña. Y hace pocos días volvió a criminalizar a la juventud que realiza el proceso migratorio sin su padre o madre. 

El Gobierno de Ayuso no está improvisando. El racismo es un comodín legitimador que siempre está ahí, es una sinergia histórica que impregna las instituciones, el debate antes de implementar una política pública y, por supuesto, la práctica política cotidiana. 

Una frase recurrente dentro del antirracismo es que la discriminación racial no nació con la entrada de la extrema derecha en las instituciones. Nuestro país aún tiene un largo camino que recorrer en lo que se refiere al reconocimiento de su pasado esclavista, de su papel en la trata transatlántica de personas y en el colonialismo (las últimas colonias de ultramar no se perdieron en el 1898). 

Pensar la construcción del racismo en España desde ese marco histórico no es un ejercicio para que las personas “blancas” se sientan culpables de su pasado, hace ya tiempo que le veo bastantes limitaciones a la culpa como forma de articulación política, me hace sentir bastante incómodo que una persona “blanca” me escriba o se me acerque para decirme: “oye, yo como “blanca”, con privilegios,...…”. Aunque entiendo la potencia de esa reflexión individual, y creo que ha servido (sirve) para visibilizar las relaciones de poder que se dan en el racismo, y por tanto, ha ayudado (ayuda) bastante a poner en tensión los lemas “We are the World” y “Solo hay una raza, la raza humana”, y a entender el lugar de enunciación (responsabilidad) que tiene cada sujeto, también veo que ha llevado a una deriva en la cual se utiliza una concepción esencialista de la raza (construcción social que alimentan las relaciones de poder que se dan en el racismo) y lógicas individualistas twitterianas/instagramers en el antirracismo. 

Me preocupa que, desde el antirracismo, el cual veo que tiene diversas vertientes que buscan la transformación social, no seamos capaces de pensar y llevar a cabo alianzas estratégicas más amplias. En los últimos meses, el antirracismo y la lucha por los derechos de las personas migrantes ha estado protagonizado por el movimiento “Regularización Ya”. El camino que ha marcado es la de la creación de un sujeto político autónomo migrante y antirracista que entiende que para proteger nuestros derechos, debemos movernos en diferentes escenarios, desde la relación con ONG´s, que se sitúan en el ámbito de las migraciones pero no comparten el mismo discurso ni propuestas, hasta el diálogo con diferentes fuerzas políticas presentes en las instituciones. Nosotras tenemos que entender que esta es una guerra de posiciones, aunque comprendo la carga -y mucha veces estalla dentro de mi- de imaginación política que tiene el hecho de pensar en destruirlo todo, no creo que sea muy viable políticamente hablando, si el objetivo es generar los suficientes apoyos en la sociedad que habitamos para conseguir cambios estructurales. No es fácil, pero creo que tenemos la suficiente potencia política como para pensarnos en esa dirección. 

La experiencia política de Regularización Ya por supuesto tiene sus limitaciones, no se han tenido las suficientes manos ni fuerzas, las condiciones de pandemia, confinamiento y estado de alarma no lo han puesto fácil, para crear una base social más fuerte. Sin embargo, se ha consolidado un sentir: las personas migrantes y racializadas somos sujetos políticos con Historia, con capacidad de autoorganización e imaginación política revolucionaria.


Dos direcciones: 

1. Fortalecer la auto- organización migrante y antirracista. 

2. Traicionar la sinergia histórica en la que se mueve parte de la izquierda de nuestro país, aquella que niega la capacidad política de las personas migrantes y racializadas. 


Una intersección: 

Garantizar los derechos y una vida digna para todas. 


Seguramente cuando este texto se publique el barrio donde vivo estará, junto a otras zonas del Madrid popular, migrante, racializado, bajo las garras del confinamiento selectivo. Ojalá me equivoque, pero pienso que lo peor está por llegar y, que, en ese caso, el racismo, el machismo y el clasismo seguirán teniendo un papel fundamental como forma de construir seguridades en un mundo repleto de incertidumbres. 

En ese sentido, no creo que el intentar esconder el eje racial y dar primacía a la clase o al género, lo que siempre se ha hecho, sea la mejor estrategia. Más bien, deberíamos pensar en dos direcciones: La primera, centrada en las formas en las que el antirracismo se pueda convertir en un movimiento de masas que empuje hacia cambios estructurales ligados a la justicia social, a los feminismos antirracistas y al anticolonialismo, y, la segunda, enfocada en la transformación de algunas de las prácticas políticas de una parte importante de la izquierda de nuestro país. 


negrxsMGZ AF