"Es frecuente escuchar que, si bien en Panamá no hay racismo, sí hay clasismo"

Alina Torrero.

Alina Torrero.

Por Stephany Espinosa

El 30 de mayo es un día clave para lxs hermanxs de Panamá, es uno de los días más importantes del calendario, en cuanto a la lucha afropanameña porque es el Día de la etnia negra, a pesar de que en el país le dedican el mes entero a celebrar su africanidad. Por eso no podíamos perder la oportunidad de hablar con una de las mujeres que ejercen esta lucha en nuestra tierra. Ella es Alina Torrero , nacida en la ciudad de Penonomé, capital de la provincia de Coclé, en Panamá. Es antropóloga social, con especialización en Etnología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Permaneció en este país por más de 15 años. Cuenta que en el Instituto Nacional de Panamá fue donde aprendió mucho del pensamiento latinoamericano de los setenta y la lucha por la soberanía de Panamá frente al enclave colonial estadounidense. Actualmente trabaja mucho tiempo con las infancias y adolescencias empobrecidas, esas que le recuerdan a ella y cómo desde la ventana de su salón veía diariamente una cultura diferente, escuchaba un idioma diferente y no podía entrar a ese territorio, porque allí regían las leyes gringas. Fue un hecho que marcó su vida.

¿Qué es el “mes de la etnia negra” en Panamá y qué piensas al respecto de cómo se está trabajando?

La verdad el festejo me llegó de sorpresa, no seguía con detalle los movimientos de lucha al respecto. Desde muy pequeña el racismo en Panamá fue discusión familiar y mi “lucha” no formalizada en cuanto tal, estuvo presente siempre.

En Panamá, la inducción al silencio generó que no se asumiera el racismo existente ni hubiera debate social del esquema racista imperante. Este mecanismo de negación, invisibilización, estaba puesto al servicio de la construcción de una realidad disociada. Al romperse la norma de silencio social –producto entre otras cosas del paulatino posicionamiento del tema “etnia negra” en el país-, se ha ido evidenciando la profundidad de cuánto se había callado.

Este año en particular, celebro la cantidad de charlas, conversatorios, diálogos que trascendieron lo folklórico -valioso en sí mismo-, para hablar de historia, de música, representatividad, diáspora afro, propuestas, educación, relaciones interétnicas, películas, teatro, etc. Esto enriquece y favorece a conocer la cantidad de profesionales y/o estudiosxs negrxs en el país, cuyo conocimiento está allí y hay que aprovecharlo.

¿Crees es importante la reivindicación de lo negro asociado meramente a un asunto étnico? ¿Cuáles crees son las limitaciones?

En Panamá, a través de los tiempos, se ha cristalizado la idea de ser un país “crisol de razas”. El supuesto que subyace es que ya no es posible diferenciar fácilmente a unxs de otrxs, en la correspondiente jerarquía mediante los signos que otrora eran eficaces: barrios exclusivos, colegios privados, matrimonios entre personas del mismo tono de piel, tipo de música y baile, manifestaciones culturales, tipos de trabajo, etc.  Este supuesto de acceso igualitario a los bienes económicos, sociales y culturales, como a las relaciones interpersonales afectivas, amicales y cotidianas entre todos y todas deviene en un gran consenso respecto de que no hay diferencias y por tanto la discriminación y más aún, el racismo aparece cuestionado frecuentemente.

Ahondando en el pensamiento común, es frecuente escuchar que, si bien en Panamá no hay racismo, sí hay clasismo. Tratando de profundizar en ello, es pertinente señalar que las relaciones de clase han permanecido racializadas, es decir, históricamente las clases sociales se han construido relegando a posiciones inferiores a determinados grupos de población, en el caso que nos ocupa, a la población negra en Panamá. En el área metropolitana del país, la pobreza y pobreza extrema tienen una gama de tonos oscuros de piel. Asimismo, cada vez que puedo señalo que la población negra no es un conglomerado homogéneo. En él participamos personas de diferentes culturas, clases sociales, áreas geográficas, etc.; elementos que deben ser tomados en cuenta para situarnos y definir acciones que nos involucren.

La población negra en Panamá debe ser caracterizada dentro de culturas diferenciadas; las culturas afroantillanas (con sus derivaciones a lo interno según la procedencia y el idioma), las culturas afrocoloniales (con sus derivaciones a lo interno según la procedencia, y el idioma) y nuevas investigaciones apuntan hacia otras. Esto no es un problema. Esto solo significa que, desde el ámbito propio de la cultura, presentamos situaciones, necesidades y preocupaciones propias. No obstante, las reivindicaciones deben rebasar el espectro cultural que, si bien en una primera instancia se decanta por los esencialismos, comprensibles como parte de la autoafirmación y visibilización, es necesario sumar las diferentes desigualdades a las que estamos sometidxs –y que también podemos someter-, situadas históricamente y en la complejidad actual, para presentar propuestas que también articulen la lucha contra estas desigualdades. Iniciativas como estás van creando nuevos cimientos para pensar (nos).

¿Cuál es tu visión general de la situación de las mujeres afro panameñas?

De esto podría escribir mucho. A partir del primer Diagnóstico Nacional sobre la Mujer Afropanameña,  una consultoría que realicé el año pasado (2019) para el Instituto Nacional de la Mujer de Panamá y el PNUD, de la cual me siento muy orgullosa y comparto la satisfacción con más de 200 mujeres negras que me hicieron depositaria de sus historias, luchas, alegrías, logros y propuestas; quiero mencionar dos cosas:

Una, el discurso de género, el activismo por los derechos humanos y la convocatoria al respeto a la diversidad en Panamá-cada vez más presente en el país- pareciera englobar en estos grandes rubros a todas las personas, en este caso a las mujeres por igual. Sin embargo, en la práctica la situación se torna diferente. Las mujeres negras están presentes para firmar, para sumarse a las luchas y constituir mayor cantidad de firmas. Sin embargo, sus necesidades, preocupaciones y anhelos parecieran no contar al ser explicitadas las luchas y alcances de las mujeres. Así como sus demandas específicas. De igual manera, en los datos estadísticos de las instituciones no aparecen, lo que limita saber a cuántas mujeres negras llegan o no los servicios y apoyos institucionales. Aunque esta exclusión también lleva a reflexionar si resulta tan necesario ser contadas para que se cumplan nuestros derechos, ya que la experiencia con las poblaciones indígenas que sí han sido contadas, no les ha significado trascender la extrema pobreza que les afecta.

En lo concerniente al mercadeo de lo afro, las mujeres negras también quedan fuera de las ganancias de la promoción turística, publicaciones, restaurantes que venden comidas de la culinaria afropanameña, así como tiendas de ropa que venden los atuendos promovidos para las festividades. Siempre son otros los que ganan con los negros” señalaba una señora en La Palma de Darién. Paralelamente, la inclusión en la publicidad masiva referente a bebidas alcohólicas, violencia, sexualidad, delito. Pero en cambio hay una exclusión en la publicidad como usuarias de proyectos habitacionales de lujo, o en playas o bien, representando papeles valorados positivamente en Panamá.

Dos, cuando el énfasis de las reivindicaciones de las mujeres negras apunta solo a las identidades y reconocimiento de la diversidad cultural, pareciera que lo único que se consigue es disfrazar la desigualdad social existente. Por eso, hago propias las palabras de Zymunt Bauman, en su libro La cultura en el mundo de la modernidad líquida”, tal como en el caso de las mujeres empobrecidas con las que compartí en Darién y Bocas del Toro.

En el camino se pierde de vista el hecho de cualquier lucha por el reconocimiento está condenada al fracaso si no se basa en la redistribución. También se deja de advertir que el llamado a respetar las diferencias culturales brinda escaso confort a muchas comunidades privadas del derecho a la independencia en virtud de su desventaja y condenadas a dejar que sus ´propias´ decisiones sean tomadas por otros poderes más sustanciales”.