Mujeres negras: “Hipersexualismo mágico…”

 
Ilustración por Elizabeth Montero

Ilustración por Elizabeth Montero

 

Por Quinny Martinez

Históricamente las mujeres negras hemos sido marcadas con ribetes alusivos al “súper coño”. Sí, la historia y sus construcciones socioculturales bajo una mirada blanca; nos han dotado de una fuerza sexual titánica que nos mantiene en la mira del hambre de los otros... Y, qué decir de la manera negativa en la que son vistos nuestro color de piel y cabello, que se suman al racismo estructural que va rampante haciendo de nosotras una “cosa exótica y fogosa…”

Soy una mujer afrodescendiente de 42 años, escribo poesía erótica y aun desde mi entorno más íntimo, se me han planteado interrogantes a los que nunca pensé tener que hacer frente de manera tan consciente como hoy en día. Puedo desde luego, pasar olímpicamente de cada una de las veces en las que preguntas en torno al tamaño de mi vulva, la profundidad de mi vagina o, hasta la duración de mis encuentros coitales se me han planteado; pero no. No me da la gana de guardar silencio. Considero que si estos estereotipos se han enquistado en las mentes de quienes van por ahí expulsando su imaginario falaz a diestra y siniestra, a mí me compete directamente refutar y pedir explicaciones a quienes se atreven a preguntarme cosas.  Por eso le escribo al cuerpo, lo hago para reivindicar el placer desde la normalidad, desde una corporalidad que siente y vibra con la naturalidad producto de los estímulos adecuados.

Los estereotipos sexuales raciales son el resultado de un proceso histórico de carácter social, político e ideológico que se ha internalizado a través de diversos procesos de socialización. Estos estereotipos hipersexualizados afectan al ejercicio libre de nuestra sexualidad. Como mujeres negras el esfuerzo se triplica, y, queramos o no, la presión social se siente y nos cohíbe, pues se nos exige a manera de oferta y demanda una forma de desempeño sexual específico, asociado a una fogosidad y disposición que interfieren en nuestra autonomía y capacidad de reflexividad.

Está claro que estos juicios persisten con el paso del tiempo, debido al imaginario y a su construcción idealizada en torno a la figura de la mujer negra. Imágenes que se han fijado cognitivamente en el imaginario colectivo, convirtiéndose en “verdades” que no se pueden probar. Es decir; representaciones del otro o de uno mismo autoimpuestas. Partamos de la base de que, el término raza es un constructo creado para establecer jerarquías sociales. Audrey Smedley dijo: "La raza es una forma sistemática culturalmente estructurada de mirar, percibir e interpretar la realidad".

Todos estamos hechos de la misma manera, con la misma cantidad de órganos en el cuerpo y con las mismas capacidades. Lo que sí está claro, es que, culturalmente estamos permeados por costumbres distintas, y, que hay singularidades que nos distinguen los unos de los otros, pero, todas estas no van obligatoriamente ligadas a maratones de encuentros íntimos interminables, ni tampoco a una especie vaginal con súper poderes de succión y hechizo, como he tenido la oportunidad de escuchar en tono de sonsonete de parte de hombres y mujeres de distintos espectros sociales en los que he coincidido. Cabe resaltar qué, durante mucho tiempo, otras corporalidades han estado hablando acerca de nosotras, como si nos conocieran. De otro lado me atrevo a decir qué, todas y todos los hombres y mujeres negras y negros del mundo, nacemos con una sensibilidad artística que nos viene de cuna. La ancestralidad nos ha dejado como herencia el ritmo, los colores y esa manera desenfadada en la que nos enfrentamos a la vida, es una cuestión orgánica que trasciende la jovialidad. 

Las mujeres negras que vivieron la opresión y la ignominia de ser esclavizadas, nunca se desprendieron de lo que les hacía colectivamente poderosas: cantar, bailar, ser y estar. Por este motivo y por mucho más, me niego a desprenderme de mi ración de sensualidad, me niego a dejar de sentir el efecto de la música que me transita cuando suena y que se apropia del movimiento de mis caderas. Me niego a dejar de lucir mi figura, y, sobre todas las cosas, me niego a ser yo.

Es importante resaltar que todos estos estereotipos sexuales no sólo están marcados en los imaginarios de mujeres y hombres blancos y mestizos, sino que existen y se recrean como convicciones de las mujeres y hombres negros, convirtiéndolos en una forma de bien físico (cuerpo) en la esfera del deseo. Preguntémonos: ¿Por qué se asumen los estereotipos? Quizás una manera de explicar las experiencias de prácticas estereotipadas, está dada por la intención de encajar en un comportamiento esperado y por tanto de engancharse en una identidad colectiva, que de todas maneras da un lugar, aunque no es el más prestigioso socialmente hablando.  No se trata con esto de desconocer las cualidades sexuales de las personas. Es posible que muchas de las mujeres negras tengan experiencias sexuales similares a las “esperadas”. Sin embargo, hay que enfatizar en que ellas no son naturales, es decir, no son una condición fenotípica. 

 
Ilustración por Elizabeth Montero

Ilustración por Elizabeth Montero

 


Las frases expresadas sobre las sexualidades de las mujeres negras muestran la existencia de un concepto homogéneo sobre ellas, que dan pie a clarificar que no existe una expresión sexual determinada de las mujeres negras. Todas las mujeres negras tenemos historias singulares, con diversas experiencias de socialización, con feminidades plurales, con construcciones específicas de la vida socio afectiva y, por tanto, mujeres negras en la esfera social e íntima, actuando de maneras diferenciadas con experiencias distintas. Los estereotipos cumplen, además, una función de inclusión o exclusión estratégica y conveniente. De inclusión: cuando se pone a disposición del placer y las mujeres participan del mercado erótico- sexual con ciertas “ventajas” ligadas a su capital corporal. De exclusión: cuando su valoración como sujetas predominantemente sexuales, con todos los calificativos que se asocia a ello, se convierte en un limitante para valoraciones y vinculaciones más favorables o respetables en otras esferas sociales del mercado afectivo.

Se la ve ante todo como objeto apropiado a la apetencia y los deseos físicos del hombre, sea blanco, negro o mestizo. En fin, ella es la amante por excelencia. En cambio, pocos presentan a la mujer de color como amada, digna de ser esposa del hombre y la señora de su hogar. Hay que concluir, entonces, que este papel está reservado para la mujer blanca a quien se le identifica con la castidad, la pureza y la virginidad intocable. Como reza un dicho popular -la blanca para esposa y la negra para moza
— MORALES VILLEGAS, Inírida

Con esto último quiero hacer frente a las críticas de quiénes repetidamente insisten en el: “ustedes las personas negras viven pensando que se les persigue”

¿Siempre, a qué se refieren? les contesto: ¡A la historia me remito! 

Y usted, sí, usted que está leyendo mis descargos hoy: ¿Usted hipersexualiza a las mujeres negras?


Referencias:

MORALES VILLEGAS, Inírida. 2003. Mujer Negra, Mirar del Otro y Resistencias. Nueva Granada siglo XVIII. 

Hipersexualidad: "Impulso sexual excesivo". Es decir, un aumento excesivo en la actividad sexual de una persona conllevando consecuencias negativas sociales, emocionales y físicas, como dejar de disfrutar del sexo para obsesionarse con la cantidad de los encuentros sexuales. (OMS)