El antirracismo frente a la extrema derecha.

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Fotografía: Rubén H. Bermúdez

Texto por Yeison García

La batalla por Madrid necesita de un no pasarán antirracista, lema que indiscutiblemente debe llenarse del espíritu que en los últimos años ha impregnado el movimiento antirracista de nuestro país. Espíritu que podemos llamar: autoorganización antirracista de personas migrantes y racializadas. El acompañamiento que la palabra “antirracista” realiza a la de “autoorganización” es fundamental, no toda organización de personas migrantes y racializadas es antirracista. 

Esta aclaración podría parecer intrascendente. Sin embargo, las lógicas de la representación esencialista en las que algunas veces hemos caído, han alimentado esa idea de que sólo vale con tener un color de piel “no blanco” para ser considerado antirracista, esto lo ha entendido muy bien la extrema derecha, la cual ha buscado limpiar su imagen con personajes, muy conscientes de su papel, como Bertrand Ndongo e Ignacio Garriga.

La conciencia política que moviliza la auto- organización antirracista de personas migrantes y racializadas es profundamente histórica, porque entiende que el racismo no es algo que se ha desarrollado en los últimos años, ni tampoco es patrimonio únicamente de la extrema derecha. Santiago Abascal y compañía lo único que han hecho es radicalizar ideas que ya estaban presentes en nuestra sociedad, ideas que vienen del pasado imperial, esclavista y colonialista de España.  La Ley de Extranjería, las identificaciones policiales por perfil racial, la segregación en las aulas, la denegación del acceso a la sanidad, la no regularización de personas en situación administrativa irregular, la situación de explotación, deshumanización y exclusión a la que son sometidos varios grupos de personas migrantes y racializadas, la vulneración de un derecho como el de la vivienda que se produce en los asentamientos, y así un largo etcetera de ejemplos de prácticas racistas institucionalizadas se han dado con gobiernos en los cuales VOX no estaba presente. 

La auto- organización antirracista de personas migrantes y racializadas se ha introducido en un espacio en el cual no se nos esperaba, en el de la batalla de las ideas. Hace mucho tiempo casi las únicas narrativas y tipos de acciones que encontrábamos dentro del movimiento antirracista situaban a la persona migrante y racializada en un marco humanitarista y paternalista, en el cual nosotras no teníamos ningún tipo de capacidad política, ni de elaboración de discursos, se nos dejaba únicamente el lugar de víctimas del racismo. La autoorganización ha confrontado estas narrativas que des- politizan al sujeto migrante y racializado, y le desconecta de las trayectorias de resistencias antirracistas y anticoloniales que ha habido a lo largo de la historia. Sin embargo, a pesar del gran trabajo, y cada vez mayor presencia de la autoorganización en el espacio público, todavía la narrativa desempoderante de las grandes ONG´s, medios de comunicación y partidos políticos es la dominante. 



Necesitamos una unidad que no niegue las diferencias, desigualdades y opresiones ligadas al funcionamiento del racismo estructural. 

Y aquí está una de las cuestiones principales que nos jugamos en este escenario político en el que nos encontramos, ¿Qué narrativas y demandas queremos poner sobre la mesa desde la auto- organización antirracista de personas migrantes y racializadas para hacer frente a la extrema derecha? Las respuestas a esta pregunta nos permitirá tener una estrategia política frente a la instrumentalización que querrán hacer de nosotras las organizaciones y partidos políticos acostumbrados a hablar por nosotros. 


Es importante la unidad para hacer frente al discurso de odio racista de la extrema derecha. Sin embargo, dicha unidad, se nos suele plantear en términos y propuestas que no tienen el carácter antirracista que nosotras defendemos. En último término, los procesos unitarios que se articulan sin reconocer la igualdad política del posible aliado acaban por desestabilizar a la parte menos fortalecida, que, en ese caso, somos nosotras y nosotros, la auto- organización antirracista de personas migrantes y racializadas. Necesitamos una unidad que no niegue las diferencias, desigualdades y opresiones ligadas al funcionamiento del racismo estructural. 


Es igual de urgente el enfrentar el crecimiento de la extrema derecha como el de elaborar estrategias y relatos que sitúen los procesos de autoorganización en el centro de la contienda política. La conciencia antirracista que moviliza este sentir debe ir más allá de los lugares donde hacemos activismo, esta es la única vía para que cada vez seamos más las personas migrantes y racializadas las que nos concibamos como sujetos de derechos y agentes capaces de conseguir conquistas sociales. De esta manera, estaríamos fortaleciendo los procesos de ampliación de la idea de ciudadanía, la cual es una condición obligada para acceder a derechos. 

La movilización del antirracismo tiene mucha más importancia estratégica ahora. Y no sólo a nivel de fortalecimiento de la auto- organización, sino que también en la relación que establecemos con aquellas de las nuestras que están en espacios de representación institucional. La posibilidad de que nuestras demandas se conviertan en cambios legislativos pasa por dar la batalla en las calles y en las instituciones. 

Los espacios de representación institucional y los partidos políticos son lugares profundamente complejos y violentos. En estos las demandas antirracistas no suelen estar dentro de los puntos prioritarios de acción. Es por ello que cuidar de las que han dado un paso al frente es una visión que no puede faltar en nuestra estrategia política. Personas como Basha Changuera (CUP), María Dantas (ERC), Rita Bosaho (Podemos), Jessica González (En Comu Podem), Antumi Toasijé (Presidente del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica), entre otras presentes ya en las instituciones; así como quienes están por entrar como es el caso de Serigne Mbaye, deben contar con el apoyo de la auto- organización, condicionado, por supuesto, por el cumplimiento del papel que les ha tocado en la historia: defender la agenda del movimiento antirracista en las instituciones. La consecución de este tipo de alianzas nos dará mayor envergadura y madurez en la contienda política, lo cual se traducirá en más poder político para incidir en los lugares donde se toman las decisiones que afectan las vidas migrantes y racializadas. 

Dentro de la autoorganización no debemos descuidar el rol fundamental de la creación cultural y de pensamiento. Es imprescindible que las y los artistas e intelectuales con conciencia antirracista sean parte de la construcción de nuevos horizontes, imaginarios y relatos. Hay que contrarrestar el discurso de odio racista, al igual que hay que disputarle el espacio a las narrativas que nos sitúan como víctimas. Es el momento de impulsar proyectos culturales que fomenten, sin idealizar, asumiendo la complejidad, esa idea tan importante de comunidad antirracista. 

En definitiva, la auto- organización antirracista de personas migrantes y racializadas, la elaboración de una estrategia que permita fortalecer la autonomía política, el fomento de alianzas supeditadas a una agenda política antirracista y el papel principal de la creación cultural y de pensamiento, son cuestiones a debatir y a poner en marcha con urgencia. 

Hay que frenar a la extrema derecha, hay que salir a votar el próximo 4 de mayo, pero no nos olvidemos de llenar de contenido político, de nuestro contenido político, el no pasarán antirracista.

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